La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela

En la actualidad para tirios y troyanos la promesa democrática de centro izquierda se asienta en la ampliación de la deliberación colectiva y el pluralismo, el respeto a la soberanía popular, en construir un Estado al servicio de los ciudadanos con estricto apego a códigos éticos y de transparencia, promover políticas que preserven la libertad, y la igualdad de los ciudadanos con más derechos para hombres y mujeres. Si ello constituye por así decir el decálogo de la democracia, sin adentrarnos en definiciones académicas más complejas, claramente la Presidencia de Nicolás Maduro en Venezuela ha devenido en una dictadura más.

Nos enteramos por la prensa que los máximos dirigentes de la oposición en Venezuela Leopoldo Sánchez y Antonio Ledezma fueron detenidos de madrugada en sus domicilios, sin mediar orden judicial ni causa alguna. Simplemente como una manera de acallarlos en un contexto político que desnuda a un régimen que ha venido destruyendo todo vestigio de institucionalidad democrática que aún permanecía en el país.

Lo cierto es que el origen de la entronización de la dictadura como la que se gesta en la actualidad se remonta a la prolongada crisis de los partidos históricos de Venezuela—Acción Democrática y Copei- en la década de los ochenta y noventa. La  gran liquidez que permitió las inacabadas reservas de petróleo que posee el país, en vez de constituirse en fuente de ganancias para dinamizar la economía y construir un país efectivamente equitativo fue literalmente despilfarrado por sucesivos gobiernos en donde campeó abiertamente la corrupción y el uso indiscriminado del Estado para amasar increíbles fortunas de la elite política de la época. Sencillamente se dilapidó una gran oportunidad histórica. En esa coyuntura de crisis institucional y política surge la figura de Hugo Chávez que venía de una modesta familia del Estado de Barinas. Militar imbuido de un nacionalismo con tonalidades de izquierda y con dotes de liderazgo y carisma, logra luego de estar en prisión ganar democráticamente el poder.

Sin embargo, como una verdadera maldición, las ganancias del petróleo una vez más fueron la fuente de la construcción de un régimen unipersonal megalómano, que usó el oro negro para conseguir lealtades en distintos partidos y expresiones políticas en América Latina e incluso más allá. Chávez se ungió como la continuación de Bolívar y buscó perpetuarse en el poder al más puro estilo ‘garciamarquiano’. No faltaron algunos intelectuales que procuraron ponerle ideología a este socialismo bolivariano del siglo XXI. Gradualmente el Estado fue ocupado por la Fuerzas Armadas que se han instalado  hasta hoy  en los lugares de mayor poder e influencia abriendo una nueva etapa de corrupción y manejo discrecional. Chávez antes de su muerte ya había pensado en su sucesor: Nicolás Maduro. No era militar, hombre muy cercano y leal pero que no tenía ni la capacidad ni el carisma que ostentaba Chávez.

De este modo, la fisonomía del régimen estaba clara desde hace años. En la actualidad y luego de que se formara un parlamento democráticamente elegido en donde se aloja la oposición, el régimen se ha ocupado de socavar y directamente ‘expulsar’ a toda expresión democrática o plural de los poderes constituidos: Corte Suprema, Tribunal electoral, medios de comunicación , partidos políticos, etc.

El reciente intento de forjar una Asamblea Constituyente que, en efecto, lo estipula la Constitución Chavista, en definitiva se trata de un sistema de creación de una gran Asamblea Popular con seguidores y fieles del régimen cuyo caldo de cultivo en buena medida son una pléyade de sectores cooptados por el régimen: trabajadores públicos, sectores modestos de barriadas populares y, desde luego, habrá hombres y mujeres que pueden genuinamente creer que tal Asamblea será efectivamente representativa. Es que a la par existe una compleja red de beneficios y ‘canastas populares’ que entrega el Estado como una manera de crear una ya establecida red clientelar de ‘afines’ al statu-quo. Una manera largamente conocida y estudiada de generar lealtad por medio de favores. Difícilmente los ‘representantes’ que se elijan tendrán una verdadera autonomía.

Estamos, de esta manera, de cara a un régimen que tuvo un origen democrático pero que ha venido tornándose en una dictadura sin apellidos. Penoso resulta en este contexto el pretendido parangón que se ha querido hacer con el Chile de la Unidad Popular, también alentado por el propio Maduro. Comparación totalmente espuria puesto que Allende era de otra época y catadura moral y buscaba la construcción de un socialismo pacífico y en democracia. Más allá de la polarización política y el delirio de la época en Chile, Allende  nunca persiguió a nadie, no cerró el parlamento que actuó con plenos poderes, los poderes funcionaron con completa autonomía. Y claro fueron las Fuerzas Armadas las responsables del golpe de Estado con todos los antecedentes conocidos por el mundo.

No a la dictadura de Nicolás Maduro y que el pueblo de ese gran país genere las condiciones para instaurar un plebiscito que dirima una genuina legitimidad democrática. Decisión que Allende no alcanzó a anunciar.